Pero hubo un extraño tiempo en el que los grandes y brillantes copos de helado yacían por la calle. Porque siempre pasaba alguien; tomaba el helado y lo lanzaba al piso mientras yo no miraba. Se veía como una colisión Helado-Piso a mayor velocidad de la que yo caminaba, era mi respaldo.
Ahora he descubierto quién era: un niño que solía salir del negocio con ricos barquillos y de vuelta a casa prestaba atención a los gatos que se paseaban por los techos de las grandes casas coloniales y al enorme cielo que a la vuelta de la esquina se presentaba tan majestuoso con sus grandes nubes frente a él. Entonces su dulce galleta en forma de cono tomaba curiosamente la posición horizontal que muchas veces hizo caer las delicias mezcladas con leche que llevaba en su parte superior.
Creo que iba demasiado atento a descubrir quien era el que los lanzaba... Que no ponía atención al chocolate con coco.
Y mi equilibrio sobre La solera tampoco me dejaba ver al hábil que me acechaba....
Nunca hubo un bota-helados...
debio ser el mismo que se da vuelta milkshakes encima mientras habla
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